¿Te has detenido a pensar en cómo el compararte con otros puede afectar tu vida? A pesar de que sabemos que la comparación constante puede ser dañina, seguimos haciéndolo. Sin embargo, existe un trasfondo psicológico que nos impulsa a buscar referencias en los demás y que incluso, bien manejado, puede ser positivo.
El psicólogo Leon Festinger en 1954 a través de su Teoría de la Comparación Social, explica que nos comparamos para entender nuestro propio valor y posición en el mundo. Menciona que esto nos ayuda a orientar nuestro comportamiento y decisiones al observar y aprender de quienes parecen tener éxito o aceptación en la sociedad y nos permite adoptar comportamientos similares comprobados, así como sentir que pertenecemos o estamos alineados con nuestra comunidad.
La pregunta aquí es: ¿Por qué a veces nos sentimos mal cuando nos comparamos con otros?
La comparación de nosotros mismos hacia otra persona implica una auto observación y auto evaluación que nos lleva a revisarnos contra otra opción y observar las diferencias. La comparación, viéndola desde un punto de vista objetivo, nos ayuda a identificar las desviaciones y pensar en acciones para eliminar las diferencias.
El que este proceso se vuelva dañino o positivo para nosotros depende en gran manera de la connotación que le demos a dicha comparación y al acompañamiento emocional que esta conlleve, así como las acciones que de ahí se detonen.
Aquí un ejemplo:
Ana tiene un puesto de asistente ejecutiva, estudió administración más no terminó su carrera. Tiene el deseo de crecer y avanzar. Observa a uno de sus compañeros de trabajo, Juan, y ve cómo tiene otro puesto de mayor responsabilidad que le resulta muy interesante. Indaga un poco y observa su preparación profesional: terminó su licenciatura, sabe un segundo idioma y está estudiando su maestría.
Desde esta auto observación y el observar a detalle a su compañero, Ana ya inició un proceso de comparación. Su mente automáticamente identifica las diferencias entre su preparación profesional y la de Juan. Hasta aquí es un proceso objetivo. Más justo en este punto es cuando este ejercicio pudiera tomar caminos muy diferentes y afectar a Ana de distintas maneras.
Veamos cómo:
Escenario 1: Ana, al compararse con Juan, se siente inferior y avergonzada. Tienen ambos casi la misma edad y ella no está en el mismo nivel que él. Su auto estima se ve afectada negativamente, se vuelve insegura y se auto critica constantemente. Sus emociones se vuelven cada vez más negativas, la inunda la inseguridad, envidia y enojo hacia sus padres por no haberle podido pagar sus estudios. Termina tomando la decisión de salir de su trabajo actual para irse a algún lugar donde no se sienta menos.
Escenario 2: Ana, al observar a Juan, se siente inspirada y retada. Lo observa más de cerca y admira su dedicación, empuje y disciplina. Decide invitarlo a comer para que le platique cómo es que ha logrado tanto en tan poco tiempo. Juan con gusto le comparte su experiencia y la aconseja brindándole apoyo en lo que necesite. Sus emociones son de valentía, seguridad y esperanza. Ana decide pedir un apoyo económico a la empresa y retoma sus estudios para terminar su carrera y estudiar inglés.
Como podemos ver, una misma comparación objetiva puede desencadenar un resultado totalmente diferente. Lo que marcó esta diferencia fue la perspectiva e interpretación de la situación de acuerdo con la auto imagen que Ana tiene de sí misma.
En el escenario 1, Ana tiene una auto imagen pobre, donde se siente víctima, incapaz e insegura. En cambio, en el escenario 2, Ana tiene una auto imagen fuerte, en donde aún y que las circunstancias y acciones pasadas no hayan sido favorables, se siente capaz de lograr mejores resultados.
Con esto podemos observar que las comparaciones de nosotros mismos con otras personas nos pueden resultar útiles en el sentido de que podemos tomar ejemplos y puntos de referencia para mejorar y crecer, más de nosotros depende darle este sentido.
¿Cómo logarlo? Te comparto algunos puntos importantes:
1. Conócete y defínete objetivamente: Has una introspección honesta y objetiva sobre quién y cómo eres en realidad e identifica tus fortalezas y debilidades.
2. Ten una visión clara de cómo quieres ser: No todo lo bueno aplica para ti, define el camino que quieres seguir y en quién te quieres convertir para que te compares solamente con personas en esa misma línea.
3. Al compararte, cuida tus emociones: Identifica las emociones que surgen al compararte con alguien mejor que tú, asegúrate de dejar a un lado la vergüenza, culpa, menosprecio, juicio o envidia y reemplázalos por admiración, reto, entusiasmo, valentía, esperanza, inspiración y seguridad en ti mismo.
4. Toma acción: Una vez identificados los puntos que te inspiraron de alguien más, toma acciones efectivas siendo paciente contigo mismo.
5. Se realista y celebra tus logros: No podemos ser iguales a alguien, pero si mejores que nuestro yo de ayer. Cuando empieces tu accionar hacia tu mejora, evalúa tus avances y celebra tus logros. Si alcanzas a ser mejor cada día, te convertirás poco a poco en una mejor versión de ti mismo.
Recuerda que la comparación no tiene que ser una competencia, sino una oportunidad para aprender y crecer. Si te enfocas en cómo cada comparación puede inspirarte a mejorar y a trazar tu propio camino hacia el éxito, podrás transformarla en una herramienta poderosa que enriquezca tu desarrollo personal.
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