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Foto del escritorAdriana Bárbara

Tu mente siempre quiere darte la razón

¿Has notado alguna vez cómo tus palabras pueden convertirse en profecías? A menudo, lo que decimos sobre nosotros mismos se manifiesta en nuestra realidad de manera sorprendente. Por ejemplo, conocí a alguien que afirmaba: “Si no duermo 8 horas, me duele la cabeza”. Cada vez que se quedaba dormido menos de ese tiempo, experimentaba dolor de cabeza al día siguiente. Otro caso es el de una persona que repetía: “Ninguna pareja me toma en serio”. Curiosamente, esta creencia se cumplía repetidamente en sus relaciones. ¿Te ha pasado algo similar?


Si has leído mis artículos anteriores, he hablado sobre los paradigmas y sus efectos en nuestra vida. A continuación, lo explicaré bajo esta óptica para que puedas ver cómo es que dictan nuestro destino.


Los paradigmas son creencias arraigadas en nuestra mente que influyen en nuestras emociones, comportamientos y perspectiva de vida. Se forman principalmente en la infancia y se refuerzan a lo largo de la vida a través de nuestras experiencias y entorno.

Estos paradigmas, sean buenos o malos, nos ayuden o no, son nuestra verdad. Para nuestra mente, los paradigmas que tenemos son la verdad absoluta, siempre busca comprobarnos que lo que pensamos es lo verdadero y darnos la razón sobre estos pensamientos.


¿Cómo es que hace esto la mente? Simple y sencillamente, toma toda la información a su alcance, la manipula, la interpreta y la asocia de tal manera que confirme el paradigma, y no sólo eso, manipula aún nuestra sintomatología física (cuerpo), nuestras emociones y nuestro comportamiento haciendo todo lo posible para que al final de cuentas caigamos en la conclusión de que lo que pensamos es lo correcto.


Por ejemplo, tomando uno de los casos mencionados al inicio, donde la persona piensa: “Si no duermo 8 horas, me duele la cabeza”, la mente, al detectar que no durmió ese tiempo, es capaz de mandar una señal al cuerpo y ocasionar ese dolor de cabeza. La persona, al ser consciente de la falta de sueño y del dolor de cabeza, recibirá un mensaje de la mente diciendo: “Ves, tengo razón, a mi me duele la cabeza si no duermo 8 horas”.


Con respecto al otro ejemplo, donde la persona tiene el paradigma de “Ninguna pareja me toma en serio”, la mente puede orquestar toda una serie de comportamientos y emociones que hagan que este paradigma se cumpla, por ejemplo: inconscientemente busca parejas con un perfil abusivo, o bien, su comportamiento y baja autoestima ocasiona que le falten al respeto, o incluso si está con una persona “buena”, busca cualquier excusa “justificable” para dejarle. Al final, al terminar con parejas abusivas, la persona confirmará que su paradigma es correcto.


Estos resultados refuerzan el paradigma, fortaleciendo su estructura tanto mental como cerebral, lo que influye aún más en el pensamiento, las emociones y el comportamiento de la persona. Esto crea un círculo vicioso en el que el paradigma condiciona el pensamiento, las emociones y las acciones, generando un resultado que a su vez confirma el paradigma, reiniciando el ciclo nuevamente.


Desgraciadamente, muy pocas veces somos conscientes de que nuestra mente conspira y pone todo de su parte en este proceso ocasionando nuestros propios resultados. Más bien, tendemos a considerarnos víctimas del entorno.


Aún y cuando tenemos paradigmas positivos que nos causan buenos resultados, el problema surge cuando tenemos paradigmas tóxicos que nos afectan negativamente y no tomamos acción al respecto para transformarlos de raíz.


Podemos realmente cambiar nuestros resultados de una manera radical si decidimos romper ese círculo vicioso. Como primer paso para la transformación es necesario hacer consciencia de los paradigmas tóxicos: aquellas “verdades” que hemos adoptado como ciertas y absolutas y nos afectan de manera negativa, después, cuestionarlas seriamente y entender de dónde vinieron, luego, aceptar que no son la verdad y finalmente adoptar un nuevo paradigma sano en su lugar como nuestra verdad.


Esto es posible a través de un proceso de Coaching en neurociencia, en donde se aplican estrategias de neuroplasticidad dirigida para lograr un cambio de paradigmas de raíz, a nivel mental y cerebral.


Como Mind Coach, llevo de la mano a mis clientes en este proceso para generar este cambio y transformar su mente de raíz, logrando generar resultados determinantes y duraderos. A nivel empresarial, esto lo aplico a equipos de liderazgo, transformando organizaciones completas llevándolas a lograr resultados extraordinarios. (Para más información sobre mi programa neurociencia en liderazgo, visita mi página https://www.adrianabarbara.com/programa-neurocienca-en-liderazgo)


No te pierdas mi próximo artículo, donde exploraremos más a fondo el funcionamiento de la mente y cómo podemos gestionarla de manera más efectiva.

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6 comentários


Convidado:
14 de abr.

La mente se divide en consciente y subconsciente, la mente consciente es la mente pensante la que generar ideas, la mente subconsciente es la mente de las emociones, tal còmo dices lo que afirmamos en la mente consciente pasa en el plano inconsciente y lo guarda y lo pone a trabajar, entonces el cuerpo viene y actùa para obtener un resultado. Y ese resultado es lo que queremos o no.

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Adriana Bárbara
Adriana Bárbara
29 de abr.
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Exacto! Así es. gracias por comentar!

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Convidado:
02 de abr.

Wow, que interesante!!

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Adriana Bárbara
Adriana Bárbara
02 de abr.
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¡Que gusto que te resulte interesante! la mente es fascinante

Saludos y gracias a ti

Adriana Bárbara

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Convidado:
01 de abr.

Excelente información. Muchas gracias

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Adriana Bárbara
Adriana Bárbara
02 de abr.
Respondendo a

¡Muchas gracias por tu comentario! Me da gusto que te haya servido. ¡Saludos!

Adriana Bárbara

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